BIENVENIDOS

ESTA ES LA PRESENTACIÓN DEL LIBRO "Rafael Delgado, Realidad y Mito de un Pueblo", de la autoría de Pedro Enríquez Hdez.

UBICACIÓN DEL MUNICIPIO DE RAFAEL DELGADO, VER.

El municipio de Rafael Delgado, Veracruz, México, se encuentra ubicado en la zona centro del Estado de Veracruz de Ignacio de la Llave, en las coordenadas 18° 49” latitud norte y 97° 04” longitud oeste, a una altura de 1,160 metros sobre el nivel del mar.

Limita al norte con Orizaba; al este con Ixtaczoquitlán; al sur con San Andrés Tenejapan, Tlilapan y Nogales; al oeste con Río Blanco. Tiene una superficie de 39.48 Km2, cifra que representa un 0.05% total de la entidad veracruzana. (Enciclopedia Municipal Veracruzana, Gobierno del Estado de Veracruz, Secretaría Técnica, edición 1998)

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sábado, 7 de febrero de 2009

Rafael Delgado, Realidad y Mito de un Pueblo


Con amor a todos los habitantes de este municipio.

Un pueblo sin historia es un pueblo muerto.

El portal de este libro no persigue fines de lucro.
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Obra protegida por el Derecho de Autor.



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FORMATO Y ESTRUCTURA DEL LIBRO


Para una mejor comprensión del presente libro, a continuación presento el índice de capítulos de la obra. (Haz click en los subtemas de la columna derecha de este espacio).
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CAPÍTULO I
La fundación del pueblo
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CAPÍTULO II
El náhuatl, ah, esa palabra
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CAPÍTULO III
Crónica de un movimiento popular
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CAPÍTULO IV
Los nahuales de Chiahualpa
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CAPÍTULO V
Lo que mis padres y abuelos me contaron
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CAPÍTULO VI
Un cuento, un poema
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BIBLIOGRAFÍA
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Agustín García Márquez, La Tierra de los Pasados (Crónica de Jalapilla, Rafael Delgado), Instituto Nacional Indigenista, edición 2002.


Autores varios (Eutiquio Jerónimo Sánchez, Ezequiel Jiménez Romero, Ramón Tepole González, Andrés Hasler Hangert, Aquiles Quiahua Macuixtle y Jorge Luis Hernández), Diccionario Nawatl Moderno – Español, de la Sierra de Zongolica, Ver., Edición 2007, Xalapa Eqz, Ver., México.


Armando Anguiano Ayala, Historia Esencial de México, Editorial Contenido, S. A. de C.V., México, D.F., 2003, Primera Edición.


Charlas informales con distintas personas mayores de la localidad para el caso de “Cuando la leyenda se asoma” y “Lo que mis padres y abuelos me contaron”.


Enciclopedia Municipal Veracruzana, Gobierno del Estado de Veracruz, Secretaría Técnica, edición 1998.


Enlace Veracruz 212, Personajes Ilustres de Veracruz, Internet


Francisco Larroyo, Historia Comparada de la Educación en México, Editorial Porrúa, México, D.F., 1980.

Grandes Civilizaciones, Unión Tipográfica Editorial Hispano-Americana (UTEHA), edición 1993, México D.F.


José María Naredo, Historia de Orizaba, edición facsimilar, 1973.
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"La fundación del pueblo" se basa en datos obtenidos de un documento mecanografiado, de un manuscrito histórico (propiedad del Ayuntamiento de Rafael Delgado), con fecha del 14 de diciembre de 1837.


Participación directa en el caso de “Crónica de un movimiento popular”.


Secretaría de Gobernación-Conapo, Comunicado de Prensa 04/06, México, D.F., 21 de febrero de 2006, Día Internacional de la Lengua Materna.


Secretaría de Educación Pública, Gramática Náhuatl - Cuarto Grado, Edición 1983.


Secretaría de Educación Pública, Nauatlajtoli, lengua náhuatl del Centro de Veracruz, Parte II, edición 1996, primer ciclo.


Secretaría de Educación Pública, Nauatlajtoli, lengua náhuatl, Centro de Veracruz, primer grado, edición 1999.


Secretaría de Educación Pública, Nauatlajtolmelaualistli, Cuarto Grado, Edición 1983.


Víctor W. Von Hagen, Los Aztecas, Hombre y Tribu, Editorial Diana, México, D.F., 1986.






Introducción






Este es un trabajo que habla de la fundación de lo que hoy es el municipio de Rafael Delgado, el cambio de su nombre de San Juan del Río a Rafael Delgado y el por qué se le llamó así.


El objetivo principal de esta obra es presentar algunos datos inéditos de nuestro pueblo. Así, abordamos también en forma breve la importancia de nuestra lengua indígena (el náhuatl), así como la narración de algunos hechos recientes en que mucha gente de esta localidad participó para pretender, a su manera, resolver un problema que le afectaba.




La obra adquiere importancia e interés con la exposición de algunas leyendas que nunca habían sido escritas, sino que se transmitieron en forma oral durante algún tiempo entre nuestros antepasados, pero que últimamente estaban ya prácticamente desaparecidas.




Las leyendas se lograron gracias a mis padres y abuelos, así como a dos personas en especial, de nombre Francisco Baltasar y Miguel Lastre (+), quienes, ya ancianos, se sentaron algunas veces a platicar con el autor de esta obra cuando éste era sólo un niño.




En el último capítulo hay un cuento en el que tratamos de resaltar algunos aspectos de nuestro pueblo antiguo, mezclados a veces con algunas imágenes de las mismas leyendas ya narradas. Insertamos también un poema dedicado exclusivamente a nuestro bello municipio de Rafael Delgado.

Ubicación del municipio de Rafael Delgado

El municipio de Rafael Delgado, Ver., se encuentra ubicado en la zona centro del Estado de Veracruz de Ignacio de la Llave, en las coordenadas 18° 49” latitud norte y 97° 04” longitud oeste, a una altura de 1,160 metros sobre el nivel del mar.


Limita al norte con Orizaba; al este con Ixtaczoquitlán; al sur con San Andrés Tenejapan, Tlilapan y Nogales; al oeste con Río Blanco. Tiene una superficie de 39.48 Km2, cifra que representa un 0.05% total de la entidad veracruzana. (Enciclopedia Municipal Veracruzana, Gobierno del Estado de Veracruz, Secretaría Técnica, edición 1998)

La fundación del pueblo


Parecido al caso de los aztecas, que partieron de un lejano lugar llamado Aztlán, para luego establecerse en el Valle de Anáhuac (hoy ciudad de México), los primeros pobladores del actual municipio de Rafael Delgado, Veracruz, vinieron de San Juan Tzoncolco para ubicarse no en el Anáhuac sino en un rinconcito del Valle de Orizaba, denominado antiguamente Chiahualpa o Teposchicoya.


A petición suya y facultadas por la justicia de Orizaba y por el gobierno superior de la Nueva España, alrededor de sesenta familias descendieron de las montañas y fundaron el pueblo hace poco más de trescientos años.

A diferencia de los aztecas, que se detuvieron en las inmediaciones de un gran lago para posteriormente fundar su pueblo en medio de la zona lacustre del Texcoco, los pobladores de Tzoncolco se establecieron en las orillas del Río Tlilapan, cuyas aguas y corrientes simbolizaban, para los nuevos habitantes, abundancia y vida cómoda, como el gran Nilo, en su momento, para los egipcios.


La razón principal que se esgrimió para el traslado era que el pueblo ocupaba un paraje inadecuado e inhóspito, pues, a decir verdad, no tenía tierras cultivables ni agua para su subsistencia. En el aspecto religioso, las condiciones también dificultaban el otorgamiento de los santos sacramentos.


Cuando el pueblo de San Juan Tzoncolco inició la gestión de mudarse a la zona baja, esta área tenía tres denominaciones principales: Chiahualpa, Teposchicoya y Cuáhtlatli, aunque estos dos últimos topónimos pertenecían realmente a algunos cerros del selvático sitio de Chiahualpa. Al momento de instalarse las primeras familias en el lugar, los viejos nombres se fueron opacando lentamente por la novedosa denominación de San Juan del Río.


El topónimo obedecía a motivos religiosos. Era San Juan Tzoncolco porque en el pueblo, a causa del proceso de evangelización cristiana, los españoles ya habían entronizado al patrono de San Juan Bautista. Cuando la gente se mudó a Chiahualpa se sobrentiende que la Iglesia también trasladó al nuevo lugar a la efigie del santo. Por la cercanía del cause fluvial, ahora Chiahualpa o Teposchicoya tomó el nombre de San Juan del Río, aunque existía la posibilidad de llamarse también San Juan Chiahualpa o San Juan Teposchicoya.


Actualmente Tzoncolco es congregación del municipio de Rafael Delgado, y se ubica al lado Poniente del municipio de Tlilapan, a una distancia aproximada de cuatro kilómetros, en las laderas de las montañas de la sierra.

Los motivos del cambio



El primer anuncio en torno de la mudanza se dio en 1693. Al parecer, los naturales de San Juan Tzoncolco presentaron su queja de infortunios ante el cura que visitaba el pueblo. Le solicitaron que notificase a las autoridades jurisdiccionales de Orizaba la necesidad de cambiarse a otro lugar debido a las condiciones en que se encontraban.


La propuesta se analizó. Se dejó entrever que la petición era justa. Así, un año después, en 1694, un tal Juan Eligio de Ariza, en nombre de los naturales, gobernador, alcalde y común del pueblo de Orizaba, se dirige a don Gaspar de Sandoval Zerda Silva y Mendoza, Virrey, Gobernador y Capitán de la Nueva España, para informarle acerca de las condiciones que prevalecían en el poblado de San Juan Tzoncolco.


Se explicaba que había graves inconvenientes porque el pueblo se encontraba “fundado entre peñas y barrancos monstruosos”, por lo que los habitantes no sólo padecían “en lo humano muchas necesidades”, sino también en lo divino “por no ser posible el que se abriese camino para que los ministros fuesen a administrarles los santos sacramentos de que carecían la mayor parte del año”, por las continuas lluvias que dificultaban el tránsito.


Por esta razón --agregaba Juan Eligio de Ariza--, “me suplicaban les hiciera merced a dichos naturales de un sitio de tierra realenga, Chiahualpa, que por otro nombre llaman Teposchicoya, confinante al pueblo de Tlilapan y del río de mismo nombre, y otro llamado Cuatlatli, para que en él pudiese fundar y mudarse con facilidad, por ser pocas las familias y no llegar más que a sus sesenta”.


El que se dirige al Virrey aclara que la “ejecución a las reales órdenes y cédulas que disponen mandan que las poblaciones sean en lugares oportunos, y no monstruosos, para la remoción del pueblo, donde con facilidad se le pueda instruir en la doctrina”.


Los argumentos y puntos de vista tanto de las autoridades civiles como eclesiásticas, para la remoción del pueblo, se sintetizaban en cuatro puntos básicos:


a)No había campo alguno para sus siembras ni albergues para su ganado.

b)La gran dificultad que había para asistirles con el pasto de la doctrina y administración de los santos sacramentos.

c)Por lo inaccesible del lugar. Sólo en tiempos de secas se formaba un caminillo, pero en éste “no se podía pasar por la fragosidad de las serranías”.

d)Por estar lejos, los vecinos tenían a veces “el sacrílego vicio de la idolatría, muchas supersticiones y fatal ruina de sus almas”.


La noticia, aunque lenta, se divulgó. Pronto apareció un supuesto propietario de las tierras de Chiahualpa o Teposchicoya. En las actas levantadas en ese entonces se omitía la identidad del “dueño”. Sólo se manejaba como el Conde del Valle... de Orizaba. El que daba la cara por él era su representante, de nombre Juan Félix de Gálvez.

El “propietario” se presentó ante el alcalde mayor de Orizaba para explicar que había conocido la noticia de que “los indios del pueblo o barrio de Tzoncolco” tenían la intención de “fundar dicho barrio o pueblo en el paraje llamado rincón de Tlilapan” (Chiahualpa), el cual se le “estaba arrendando al marqués de la Colina”.

El Conde dijo ser el único dueño de la zona y que la había “poseído y poseía quieta y pacíficamente por más de 100 años” mediante sus antecesores. Y de ello “contaba de instrumentos que posaban en la Secretaría de Archivo del pueblo de Orizaba”. Comentó que de ser trasladados los naturales de Tzoncolco sería un grave perjuicio para sus propiedades, pues de éstas extraía madera para su ingenio (fábrica de azúcar).


Sin embargo, el Conde no era tan poderoso como creía serlo, por lo que sus quejas y argumentos no hicieron mella. Las autoridades correspondientes concluyeron que el supuesto propietario carecía de documentos y títulos que avalaran sus reclamos.

Se realizaron más investigaciones y trámites. Posteriormente, el licenciado José Cabrera, abogado de la Real Audiencia, emitió un dictamen por medio del cual consideraba que el traslado del pueblo de San Juan Tzoncolco a Chiahualpa era justo.


Puntualizó que el pueblo sería beneficiado porque se tendría cerca el río de Tlilapan, tierras para sembrar y pastos para el ganado, todo lo cual resulta que “en fundamento de la Ley Octava del Libro Sexto, Título Tres de la Recopilación Novísima de Indios, puede vuestra excelencia (siendo servido) conceder la licencia para la mudanza y fundación de dicho pueblo. Pues la decisión y razón final de dicha ley es que los sitios en que se han de fundar pueblos de naturales tengan comodidades de agua, tierras y montes, entradas y salidas y ejidos para sus ganados, calidades y comodidades”.

Conceden autorización a tzoncolcas


A finales del mismo año, 1694, el gobierno superior de la Nueva España concedió la autorización de fundar el pueblo en Chiahualpa o Teposchicoya. Los documentos en que se asienta el acto de posesión fueron levantados por el escribano real y público, Juan Espinoza.


Testifica que el 7 de mayo de 1695, don Juan de la Lastra Madrazo, Alcalde Mayor y Capitán a Guerra de Orizaba (sic), se presentó en Chiahualpa para darles posesión “real y corporal” en estas áreas a los naturales de San Juan Tzoncolco. Estuvieron presentes también, en calidad de autoridades indígenas del barrio o pueblo de Tzoncolco, los señores Diego Martín, alcalde; Juan Antonio, alguacil mayor; y Pascual (tequitlatol).


En cumplimiento del mandato superior, el alcalde mayor, Juan de la Lastra, tomó de las manos a los representantes indígenas para meterlos y pasarlos en las nuevas tierras chiahualpenses y dijo que “en nombre de su Majestad, que Dios guarde, y sin perjuicio de su derecho, les doy posesión real, actual y corporal la mudanza de dicho pueblo”.


Los líderes indígenas, en nombre de su pueblo, procedieron a aceptar y tomar las tierras. Y, en señal de ello, “tiraron piedras y arrancaron yerbas”. En calidad de testigos de ese hecho histórico asistieron don Tomás de Arreola, Nicolás Moctezuma, José de Robles, el gobernador, alcalde y muchos naturales de ese pueblo.

La verdadera causa de la mudanza



La mudanza del pueblo de Tzoncolco a Chiahualpa no fue más que el retorno de los auténticos dueños a su tierra. La llegada de los españoles al continente americano, principalmente a México, el sometimiento a la esclavitud, al maltrato y al exterminio de los naturales, provocaron indiscutiblemente la estampida de muchos grupos humanos, refugiándose en zonas hostiles, como son las montañas y sierras del país. Prefirieron abandonar sus tierras planas y abiertas que morir o ser esclavizados en manos de los europeos.


El apoyo que tuvieron los pobladores de Tzoncolco para ser trasladados a las tierras bajas no se debió realmente a la generosidad del clero ni de las autoridades del virreinato. La protección provino de nuevas leyes y mandatos legislados por la Corona española a consecuencia de la enérgica protesta de algunos defensores de los naturales, como los frailes Bartolomé de las Casas y Juan de Zumárraga, entre otros, quienes no vieron con buenos ojos el maltrato del cual eran víctimas los aborígenes a pesar de que se resistían a aceptar la religión cristiana.


Al efecto, los españoles abolieron las famosas encomiendas, las cuales conformaban una institución colonial en América, que tenía por objeto el repartimiento de indios entre los conquistadores. El indio debía trabajar o pagar un tributo a su dueño llamado encomendero, que tenía la obligación de enseñarle la doctrina católica, instruirle y protegerle.


Más tarde, sin embargo, los cambios legislativos de la Reina Isabel buscaron la forma de proteger a los aborígenes. Así, se ordenó el espacio de los pueblos a semejanza de su tradición prehispánica, que contaron con sus autoridades, parroquias, fiestas y tierras comunales para pastar, cortar leña, etc. Estas medidas fueron las que salvaron, en cierto modo, a muchas comunidades, entre ellas, la de Tzoncolco.


Un testimonio de 1697 señala que el asentamiento de Tzoncolco tiene éxito en la recuperación de su antigua territorialidad. El patrón de poblamiento prehispánico, por razones de seguridad, hace predominante la radicación de los altepec (lugares o comunidades) en la cumbre de los altos cerros, en tanto permanecen deshabitados los llamados abiertos al ataque enemigo, aunque el argumento quedó invalidado cuando la técnica militar --el uso de armas de fuego-- superó los obstáculos derivados de la orografía fragosa.


Los tzoncolcas, estando tan seguros de la recuperación de sus tierras, al ser trasladados a Chiahualpa, solicitaron que se les ubicara dentro de los límites de su territorialidad usurpada por el Conde del Valle, quien, incluso, poseía también la “planada” de Jalapilla. Los pocos que se quedaron en Tzoncolco Tlacpac (Tzoncolco el Alto), de igual modo, reclamaron que se les legitimara su posesión en las montañas, de Necoxtla, Omiquila, San Cristóbal y Petlacalco.


Otra causa que motivó bajar a la gente de Tzoncolco fue la de tener cerca a los pobladores, estableciéndolos en el lugares accesibles, con el propósito de imponerles la religión católica. Estando retirados, obvio era que los curas o párrocos tenían dificultades para llegar a las pequeñas aldeas, y, en consecuencia, no alcanzaban el objetivo de evangelizar a los naturales, quienes, a decir de los mismos españoles, incurrían en “sacrilegios, vicios de idolatría, muchas supersticiones y total ruina de sus almas”.