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ESTA ES LA PRESENTACIÓN DEL LIBRO "Rafael Delgado, Realidad y Mito de un Pueblo", de la autoría de Pedro Enríquez Hdez.

UBICACIÓN DEL MUNICIPIO DE RAFAEL DELGADO, VER.

El municipio de Rafael Delgado, Veracruz, México, se encuentra ubicado en la zona centro del Estado de Veracruz de Ignacio de la Llave, en las coordenadas 18° 49” latitud norte y 97° 04” longitud oeste, a una altura de 1,160 metros sobre el nivel del mar.

Limita al norte con Orizaba; al este con Ixtaczoquitlán; al sur con San Andrés Tenejapan, Tlilapan y Nogales; al oeste con Río Blanco. Tiene una superficie de 39.48 Km2, cifra que representa un 0.05% total de la entidad veracruzana. (Enciclopedia Municipal Veracruzana, Gobierno del Estado de Veracruz, Secretaría Técnica, edición 1998)

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viernes, 6 de febrero de 2009

El náhuatl, invaluable reliquia cultural



El idioma náhuatl no lo inventamos nosotros ni por los demás pueblos étnicos existentes en el país. El náhuatl, tal como lo conocemos hoy, es una huella lingüística deteriorada de un habla común utilizada posiblemente, en todo su esplendor, por lo aztecas, cuya ciudad-estado la establecieron en 1325 en el que ahora es el Valle de México, hasta la llegada de los españoles y la consecuente caída de su imperio, en 1521.


Pero esta lengua tampoco la inventaron los también llamados nahuas, tenochcas o mexicas; los toltecas y chichimecas la utilizaron mucho tiempo atrás. Los toltecas vivieron 200 años antes de Cristo hasta el año 900 después de Cristo. Fueron invadidos lentamente por lo chichimecas quienes también decayeron entre los años 1100 y 1300 de la era actual. Cuando los aztecas llegaron al Valle de Anáhuac, en 1168, estos curiosamente también eran de idioma náhuatl. Como puede colegirse, esta lengua tuvo su inicio 200 años antes de la era cristiana, hablada principalmente por el pueblo tolteca.


¿Pero cómo es que conocemos el náhuatl aquí en nuestro municipio si el llamado imperio azteca tuvo como asiento principal lo que es ahora la ciudad de México? La respuesta nos la da Víctor W. Von Hagen al decir que el náhuatl “se convirtió en lengua franca de México y América Central, merced a la conquista por los aztecas y la penetración de sus mercaderes y su comercio. Y cuando después fue reducida a la ortografía española, una extensión más de ella fue hecha por la Iglesia que la utilizó y tradujo a ella el catecismo cristiano y otros manuales religiosos, extendiendo así en el área en que se hablaba”.[1] De esta suerte, el náhuatl llegó a este lugar, a casi todo el país y a muchos pueblos de Centroamérica.


Cuando arribaron a estas exóticas regiones, entrando por lo que actualmente es Veracruz Puerto, los españoles vieron que había una gran diversidad de pueblos, con distintas formas de hablar: maya, zapoteca, mixteca, totonaca, huasteca, náhuatl, etc. Según el doctor Francisco Larroyo, el náhuatl pertenece a una de las ocho familias del tronco utoazteco, y que “antes de la llegada de Cortés a estas tierras existían alrededor de 125 lenguas indígenas, de las cuales han desaparecido 35, aproximadamente”.[2] Estudios recientes señalan que en el país todavía existen cerca de 56 grupos étnicos, con sus respectivas lenguas autóctonas.


El Consejo Nacional de Población (CONAPO) hace poco publicó un estudio denominado Clasificación de localidades indígenas de México, según grado de presencia indígena 2000, por medio del cual establece que el náhuatl es la lengua predominante en México, en 4,916 localidades indígenas, en donde habita alrededor de un millón 700 mil personas indígenas. Con excepción de Yucatán, las comunidades hablantes de náhuatl se encuentran distribuidas en todas las entidades federativas del país, entre las que destacan Veracruz (29.5%), Puebla (21.7%), Hidalgo (10.4%), San Luis Potosí (10%) y Guerrero (9.6%). En esas cinco entidades se concentra más del 80 por ciento de las localidades nahuas del país.[3] Además, hay libros y grabaciones musicales en náhuatl y algunos de los eruditos más notables de México lo hablan.


Es obvio que en la actualidad, además del idioma de los aztecas, a lo largo y ancho del territorio nacional se conocen otras hablas aborígenes, tales como la otomiana, totonaca, mazahua, mazateca, tzeltal, tzotzil, chol, tarasca, chinanteca, entre otras. Hoy en día se calcula que existen en el país más de 3 millones de personas que conocen y se expresan en alguna de estas lenguas.


Una de las misiones terminantes y estratégicas de los españoles, a la llegada de las nuevas tierras descubiertas, era imponer y propagar su cultura: idioma y religión, esencialmente. Para ello, después de someter a la gran Tenochtitlan en 1521, se dedicaron a destruir y borrar todo vestigio cultural de los pueblos autóctonos. La destrucción de importantes documentos, códices, e incluso de vidas humanas a causa de la irracional esclavitud, contribuyó enormemente a socavar la vigencia de los idiomas existentes.


A partir de la caída del imperio azteca se inició una nueva época: la de la colonia. No obstante, a pesar de que se trajo el idioma español éste de pronto se vio enriquecido por todo un caudal de voces tomadas de las lenguas indígenas, pero principalmente del náhuatl. ¿Quién no conoce, por ejemplo, los vocablos guajolote, cacahuate, chiquihuite, escuintle, zacate, ahuehuete, aguacate, molcajete, tomate, etc., que los usamos actualmente en el manejo del idioma español?


A pesar de la barbarie cometida en detrimento de las culturas autóctonas, en nuestro país aún se conocen y se utilizan muchas formas indígenas de expresión que posiblemente, antes de la llegada de los españole, tuvieron el privilegio de ser auténticos idiomas, esto es, lenguas que caracterizaban a determinados pueblos que se erigían en naciones.


En algunos países del mundo hay gente que –por desinformación- todavía tiene la falsa concepción de que en México ya no existen los grupos étnicos, mucho menos el de los aztecas o mexicas, del cual se cree que fue conculcado en su totalidad por los españoles, hace cerca de 500 años.


Sin embargo, Víctor Hernández de Jesús, originario y vecino de este municipio, cuando tuvo la oportunidad de viajar a Inglaterra y fue presentado por sus amistades a otras personas, éstas se sorprendieron y a la vez se maravillaron al enterarse que ante sus ojos tenían -¡oh, surprise!- a un legendario azteca. El visitante se identificó como perteneciente al grupo de los mexicas con su conocimiento de la lengua náhuatl. Los sorprendidos creyeron, en consecuencia, que en México aún existen los grupos étnicos.


La idea de muchos extranjeros acerca de la ya no existencia de estos grupos en nuestro país ha sido por la proyección de una imagen distinta que de México han hechos algunos medios de comunicación, principalmente la televisión. Pero es muy factible que a partir de 1994 muchos ámbitos y sectores del extranjero conocieron una parte de la otra cara del país, merced a los conflictos suscitados en el Estado de Chiapas, conocidos como la rebelión de Macos.


El náhuatl es una invaluable reliquia cultural equiparable a los grandes valores históricos que hoy día se conservan tanto en museos como en algunas áreas arqueológicas, como la famosa Pirámide del Sol, la sorprendente piedra del Sol o Calendario Azteca, las Pirámides mayas de Palenque, la del Tajín, la colosal Cabeza Olmeca de la Venta, etc.


Si nosotros como pueblo tuviéramos la oportunidad de poseer en el municipio algunas de estas reliquias culturales de nuestros antepasados, es muy posible que nos hubiésemos sentido orgullosos, satisfechos y halagados por la visita frecuente de turistas, por poseer un importante vestigio del pasado, así como por la propuesta de uno que otro despistado de querernos comprar el legado patrimonial. Pero lamentable o afortunadamente lo que poseemos no es nada corpóreo o material; nuestro tesoro histórico está presente en forma fonética o de sonido: es una lengua.


Quizás se deba a esta fatal razón que no sabemos apreciar cabalmente el náhuatl, idioma que lo hablamos en forma normal en nuestro pueblo pero que estando ya afuera –en alguna otra ciudad- nos asalta la vergüenza y muchas veces nos negamos a utilizarlo. Para valorarlo justamente es preciso recordar siempre su valor y significado históricos.



[1] Víctor W. Von Hagen, Los Aztecas, Hombre y Tribu, Edit. Diana, México, D.F., 1986, P. 56.[2] Dr. Francisco Larroyo, Historia Comparada de la Educación en México, Edit. Porrúa, México, D.F., 1980, P. 54.[3] Secretaría de Gobernación-Conapo, Comunicado de Prensa 04/06, México, D.F., 21 de febrero de 2006, Día Internacional de la Lengua Materna.