Así, el 5 de noviembre de 1932, por decreto del Ejecutivo Estatal, el municipio de San Juan del Río y su cabecera cambian de topónimo por el de Rafael Delgado. A falta de un personaje ilustre en la localidad, en homenaje del cual se hubiese nombrado al pueblo, las autoridades estatales prácticamente tomaron prestado el apelativo y el primer patronímico del destacado escritor cordobés, Rafael Delgado Sáinz, para “rebautizar” a nuestra jurisdicción municipal.
¿Quién fue Rafael Delgado? Al respecto ha existido cierta apatía, tanto por las autoridades municipales como por los habitantes del municipio. Y Rafael Delgado, el escritor, no solamente es desconocido por los vecinos radicados en esta localidad, sino por la gente de otros lugares, quienes al escuchar la expresión “soy del municipio de Rafael Delgado”, quedan sorprendidos o preguntan inmediatamente: ese qué municipio es y quién es Rafael Delgado. A nivel estatal, ya como municipio, muchos confunden con el municipio de Rafael Lucio o con San Rafael, una congregación de Martínez de la Torre (actualmente ya es municipio). Aún cuando ya habían escuchado en alguna ocasión, a veces a los delguenses les dicen: ”Ah, ya sé”. “Eres de San Rafael Delgado”. Después de más de 70 años de haberle cambiado el nombre, mucha gente de la región aún cree en la actualidad que el nombre oficial del municipio es San Juan del Río.
Obviamente, si Rafael Delgado fue un escritor, el asunto tiene qué ver mucho con la literatura mexicana. Pero los mexicanos somos poco afectos a la literatura, a la lectura; luego entonces, la ignorancia de la mayoría en relación a la identidad de nuestro personaje es explicable.
No obstante, para los que son adentrados en el mundo de las letras, como el también escritor cordobés, el dramaturgo Emilio Carballido, Rafael Delgado fue un escritor clásico. Fue un innovador de la literatura mexicana. Destaca su obra La Calandria, la cual se ha llevado al cine y a la radionovela y “han pasado por las manos de bastantes generaciones de lectores, sin perder su vigencia”.
“Enlace Veracruz 212”[1], en Personajes Ilustres de Veracruz, nos describe con mayor detalle la vida del destacado escritor:
Él no fue soldado heroico, ni ejemplar gobernante, ni destacado luchador social, mas su nombre es reconocido con respeto y admiración en México y en el extranjero porque fue uno de los mejores escritores mexicanos del siglo XIX. Rafael Delgado nació el 20 de agosto de 1853, en Córdoba, Ver., ciudad que ha sido cuna de talentosos hombres de letras, desde la época colonial hasta el siglo XX, como el Jesuita Agustín Pablo de Castro, Jorge Cuesta, Rubén Bonifaz Nuño y Emilio Carballido, entre otros.
Pero Rafael no vivió mucho tiempo allí pues sus padres, que eran personas acaudaladas, muy católicos y de ideas conservadoras, apoyaban al grupo de Santa Anna, por lo que al crecer el movimiento liberal en Córdoba tuvieron que trasladarse a Orizaba, donde nuestro personaje pasó la mayor parte de su vida. Sin embargo como era gran admirador de la exuberante vegetación cordobesa, en sus novelas Delgado bautizó a su tierra nativa con el nombre de Villaverde y le dedicó hermosas páginas en las que describe la belleza de su paisaje. En la mitad del siglo XIX, la lucha entre liberales y conservadores había provocado una profunda inestabilidad política y económica que arruinó a muchas familias ricas, entre ellas la Familia Delgado Sainz, que pasó a ser de clase media. Esas pugnas entre liberales masones y católicos conservadores, así como las diferencias entre los ricos porfiristas y la clase media, recreadas con gran fidelidad en su novela “Los Parientes Ricos”. Porque el cordobés de quien hablamos fue un escritor realista y costumbrista; su pluma fue como una cámara fotográfica que mostró sin falsedad a los veracruzanos de aquella época, ricos y pobres, buenos y malos, hombres y mujeres, sus costumbres, su modo de hablar, sus sentimientos.
Rafael Delgado fue un hombre muy instruido y aunque se educó casi totalmente en Orizaba, por medio de los libros conoció a los más grandes escritores europeos, ya que sabía inglés, francés e italiano. Estudió la preparatoria y la carrera de profesor en el Colegio Nacional de Orizaba, de donde fue Catedrático de Literatura e Historia durante dieciocho años. En 1884, decide México para continuar con su carrera literaria. Su fama de escritor llega hasta Europa ya que es nombrado miembro de la Real Academia de la Lengua Española. Sin embargo, su situación económica era difícil, por lo que retorna a Orizaba para continuar con sus cátedras. En1901, invitado por el Gobernador del Estado, imparte las clases de Español y Literatura en Xalapa durante ocho años. Su amigo el novelista José López Portillo y Rojas, Gobernador de Jalisco, invita a Rafael Delgado a dirigir el Departamento de Educación de aquel Estado. Se desempeña algún tiempo en esta función pero, en 1913, su viejo padecimiento de artritis lo obliga a retornar a Orizaba.
Aunque en su juventud fue de aspecto agradable, pulcro en el vestir, cabello y bigote rubios, ojos claros, y muy católico pero no fanático, nunca se casó. En su vejez su carácter afable se tornó hosco. Fumador empedernido, buscó en el vino el consuelo a sus penas. Afectado de una enfermedad bronquial, lo agrava la depresión causada por la invasión norteamericana a Veracruz y muere en Orizaba en 1914.
Rafael Delgado fue un provinciano que amó profundamente su terruño. En sus poemas, cuentos y novelas inmortalizó a Orizaba con el nombre de Pluviosilla, nombre otorgado por lo frecuente de sus lluvias: Como pintor de trazo elegante y preciso, Rafael Delgado dibujó con maestría el perfil del paisaje mexicano. Aunque en algunos de sus cuentos y novelas, Rafael Delgado revela su admiración por el emperador Maximiliano (a quien llama Príncipe) y su simpatía hacia los conservadores, esta posición ideológica no le resta mérito a sus excelentes dotes de observador crítico de la sociedad en la que vivió.
Delgado fue un solterón empedernido que vivió siempre consagrado a una gran pasión: la literatura. Leyó mucho, escribió buenos libros y, como maestro, durante casi treinta años, difundió el conocimiento del idioma español; su dominio excelente del realismo y del costumbrismo lo igualan con los mejores escritores de España y Francia. Hoy, a más de ochenta años de su muerte, se siguen publicando los poemas, cuentos, novelas y ensayos de quien ha sido llamado “pintor de la provincia”.
Sobre el tema surgen algunos interrogantes. ¿Por qué se escogió la fama de Rafael Delgado para sustituir al viejo nombre de San Juan del Río? Es poco común el uso onomástico de un escritor para llamar a un municipio; los nombres más usuales para ello son los de políticos, héroes o mártires del país, como Camerino Z. Mendoza, Benito Juárez, Emiliano Zapata, Lerdo de Tejada, Carrillo Puerto, etc., pero no los de escritores o literatos. ¿Habrá en el país algún municipio de nombre Alfonso Reyes, Carlos Pellicer, Torres Bodet, López Velarde, Octavio Paz, Díaz Mirón o Ignacio M. Altamirano? Aunque estos dos últimos fueron destacados políticos y no hubiese sido extraño tomar sus nombres para algún municipio.
¿Será que Rafael Delgado Sáinz, al vivir mucho tiempo en Orizaba, pudo frecuentar en plan de paseo por estas bellas –bellísimas-- tierras de San Juan del Río? Cerros verdosos, abundante vegetación, arroyos y un río con aguas “juguetonas” y transparentes, fauna en todo su esplendor: aves, venados, armadillos, conejos… era realmente una maravilla. Un verdadero paraíso terrenal de aquella época. Estamos hablando de entre los años 1880 a 1890, periodo durante el cual Delgado meditó y preparó La Calandria para escribirla y publicarla finalmente en 1890.
Si nuestro personaje no frecuentaba por estas tierras paradisíacas, al menos sí estuvo en alguna ocasión para inspirarse y lograr una de sus obras más importantes: la Calandria. En los años que vivió Delgado Sáinz aún no se generalizaba el uso de vehículos motorizados. Normalmente en el transporte se utilizaban los carruajes tirados por caballos. Así, viajar de Orizaba a San Juan del Río y luego regresar, en esos tiempos, constituía indiscutiblemente toda una aventura turística.
Existen versiones no escritas de que Rafael Delgado Sáinz, cuando vivía en Orizaba, tuvo la oportunidad de visitar algunas veces al viejo pueblo de San Juan del Río; incluso –indican dichas versiones- nuestro personaje una vez tuvo ligeros problemas con la justicia, lo cual hizo que viniera a radicar un breve periodo en las tierras actuales que lleva su nombre.
En los primeros párrafos del Capítulo XXIII de La Calandria, Delgado Sáinz revela que recorrió importantes rincones del viejo San Juan del Río, Tlilapan y San Andrés Tenejapan, para “pintar” mágicos paisajes e introducirlos en su magistral obra novelesca. Rafael Delgado, así como describe el siguiente panorama, da la impresión de que estuvo observando en lo alto del cerro Tepoztécatl, desde donde podía apreciar los sitios, casas y pueblos, así como el Pico de Orizaba.
“A legua y media de Pluviosilla, rumbo al sur, y entre dos derivaciones de la cordillera, que a modo de contrafuertes se adelantan hacia la llanura, presentan los montes una obra inmensa. Allí empieza una serie de valles fértiles y ricos, que van a terminar en una cañada que a las pocas vueltas se convierte en garganta”.
“Siguiendo el caprichoso curso de un riachuelo, de hondo cauce y silenciosas aguas serpea un camino de color ladrillo, recto aquí, curvo allá, sin alejarse mucho de las laderas, asciende gradualmente, y, al fin, decidido a subir, trepa y trepa por los peñascos hasta perderse en los crestones”.
“En el último de estos valles, a la falda de una vertiente escueta y sembrada de piedras calizas, está situado el pueblo de San Andrés Xochiapan (hoy San Andrés Tenejapan), sobre una loma desde la cual se dominan los plantíos, bosques, dehesas, y el riachuelo, que allí, frente al caserío, sale de las arboledas y, rompiendo por entre los carrizales y la enea, dilata sus linfas cristalinas. A la entrada del valle hay una eminencia desde la cual se goza un magnífico panorama”.
“El sitio es bello: unas cuantas varas de césped y cuatro soberbios álamos de extendida copa. A la sombra de ellos, varias rocas cubiertas de musgo, y, en una, en la mayor, tosca cruz de equimite, ante la cual se descubren respetuosos los caminantes, ornada siempre de flores, amarantos, mirasoles, floripondios y sartas de xúchiles”.
“Aquella altura es un mirador. En el fondo, la garganta con sus peñas gigantescas, su vereda roja, sus desbordamientos de verduras y sus viejos ocotales; a la izquierda, la aldea: el templo ruinoso, la casa del Ayuntamiento con su largo corredor, las chozas humeantes, los huertos floridos y los cafetales umbrosos; a la derecha, la montaña que parece cortada a pico, alta, altísima, estéril, casi desnuda, con algunos grupos de espinosas bromelias y de magueyes montaraces; las unas como manojos de flechas; los otros como si fueran a precipitar en el abismo sus rosetones glaucos; atrás, valles y valles en pintoresca perspectiva, milpas, sotos, rancherías, rastrojos pajizos, sabanas sin término y, a los lejos, verdes, azules, violáceos, los cerros de Pluviosilla y el volcán con su brillante corona de nieve”.
La sustitución onomástica del municipio fue, al parecer, rápida, sin consultar a sus habitantes ni a sus representantes municipales. Hoy día el nombre de un municipio no podrá ser cambiado, sino por acuerdo unánime del Ayuntamiento y con la aprobación del Congreso del Estado. Si en 1932 la decisión de modificar su nombre fuese propuesta por las autoridades municipales, se ignora realmente cómo se hubiese llamado el hoy Rafael Delgado.
Está claro, sin embargo, que la decisión fue totalmente unilateral –por decreto gubernamental--, pero, aún así, la medida no fue errada puesto que al escritor cordobés tenía bien merecido que su nombre fuera grabado con letras de oro para este municipio –nuestro municipio--, en virtud de que lo admiró y le cantó en cierta forma en La Calandria.
[1] Enlace Veracruz 212.com.mx